Rabietas vs crisis

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Sabemos que criar a un niño con Trastorno del Espectro Autista (TEA) puede ser una experiencia tan desafiante como profundamente enriquecedora. Uno de los aspectos que genera más angustia en los padres son los episodios de crisis o conductas que parecen agresivas o incomprensibles. Por eso, es fundamental diferenciar dos situaciones que, aunque pueden parecer similares, tienen orígenes y necesidades de abordaje muy diferentes: las crisis de desregulación emocional y las rabietas o berrinches.

¿Qué es una crisis de desregulación emocional?

Las crisis de desregulación emocional no son voluntarias. Se trata de un “apagón cognitivo” causado por una sobrecarga sensorial o emocional que el niño no puede procesar. Durante estos episodios:

  • El niño pierde completamente el control, actúa desde una reacción instintiva de lucha o huida provocada por un pico de adrenalina.
  • Aparecen conductas físicas intensas, movimientos repetitivos, gritos, e incluso expresiones de pánico o miedo en el rostro.
  • La duración suele ser de 20 a 40 minutos, y en ese tiempo no hay posibilidad de razonar ni negociar.
  • El niño no busca manipular, simplemente no puede más, y necesita liberar de forma física toda esa carga acumulada.
  • Una vez pasada la crisis, es común que experimente culpa, vergüenza y un agotamiento extremo.

Es vital recordar que si durante una crisis aparece agresividad, esta no tiene la intención de dañar, sino que es una reacción automática para proteger su espacio y regularse frente a un entorno que se siente amenazante.

¿Y qué son las rabietas?

Las rabietas, en cambio, son comportamientos más conscientes e intencionados. Se dan cuando el niño quiere algo y no lo consigue, y su manera de expresarlo es a través de gritos, pataleos o conductas desafiantes. En estos casos:

  • Sí hay posibilidad de negociación o distracción, por ejemplo, si se le ofrece algo que le gusta o se le habla de un interés especial.
  • El comportamiento está dirigido a obtener algo específico, y muchas veces cesa en cuanto lo consigue.
  • No hay una pérdida de conciencia o control total, y después de la rabieta, el niño recuerda perfectamente lo que ocurrió.
  • Puede haber agresión hacia otros, especialmente si se siente frustrado porque los límites no se ceden.
  • Generalmente, no hay agotamiento físico o emocional posterior, ya que la descarga de adrenalina no es tan intensa como en una crisis.

¿Por qué es importante esta diferencia?

Confundir una crisis con una rabieta puede llevar a aplicar estrategias inadecuadas que solo empeoran la situación. Durante una crisis, lo más importante es ofrecer seguridad, calma y contención sin exigir ni razonar. En cambio, ante una rabieta, es válido establecer límites claros, contener la conducta sin ceder al chantaje emocional, y guiar al niño hacia formas más saludables de comunicar sus necesidades.

Conocer estas diferencias no solo ayuda a intervenir de forma más efectiva, sino que también nos permite acompañar con empatía, sabiendo que muchas veces, detrás de una conducta desafiante, hay una necesidad que aún no saben expresar con palabras.

BIBLIOGRAFIA

Isabel Paula -La ansiedad en el autismo comprenderla y tratarla